lunes, 12 de noviembre de 2007

La relación hombre-mujer como base de la moral

Hace poco leí en el periódico digital www.elmanifiesto.com un artículo perturbador. Hace algún timepo que venía leyendo este periódico, y si bien no coincido del todo con la totalidad de sus ideas, estoy de acuerdo en que la opinión politicamente incorrecta debe darse a leer como una opción de la libertad de expresión, y valoro que "el manifiesto contra la muerte del espíritu y la tierra" debe ser revindicado tal y como está el mundo de hoy.
Como decía, leí un artículo de uno de los propios editores del periódico que me dejo aterrada. El artículo era una supuesta respuesta a un artículo anterior, de un colaborador que proponía una alternativa bella y digna frente a la moral sexual imperante en este mundo deformado en el que vivimos. Los artículo son: "La sociedad hipersexualizada" de Josep Carles Laínez y "La libertad sexual: Una conquista de nuestro tiempo" de Javier Ruiz Portella . El señor Laínez defendía una sexualidad ligada al amor que lo sublima y lo acrecienta, no pudiendo separar lo uno de lo otro, y entregando ese dulce sentir que es la sexualidad, tan sólo a aquella persona especial que tomamos por compañera de eternidad por estar ciertos de que será la persona de nuestra vida, nuestro otro yo, nuestra otra mitad. Portella "se defiende" diciendo que nada hay que hermosear en el sexo puesto que ya hay bastante belleza y pureza en la mera atracción sexual de dos seres humanos.

Ni que decir tiene que me indigné, y además, (algo completamente ajeno a mí), decidí mandarle un mensaje de apoyo al señor Laínez, tan vilmente criticado por el señor Portella.

La reflexión que sacamos de todo esto es la siguiente: Toda buena ética debe estar basada en ciertos valores que son impepinables y que deben derivar, de forma natural en las sanas relaciones entre hombre y mujer. La sexualidad es una parte importante del ser humano, es más, ya nos caracteriza, diferenciándonos en hombres y mujeres. Nos dá una identidad de modo que ya condiciona nuestro modo de sentir las cosas, de interpretarlas. La sexualidad por tanto forma nuestro ser de alma y cuerpo, de modo que no podemos usarla como si fuera un simple anexo de nosotros. Debemos darla, sólo a aquella persona a la que se lo queremos dar todo, aquella por la que moriríamos, le entregaríamos nuestra alma, nuestro tiempo... en fin nuestro ser. Al entregar la sexualidad entregamos con ella lo íntimo de nuestra vulnerabilidad, de nuestra sensibilidad, una parte importante de lo que somos. No se puede por tanto desligar amor-sexo como no se puede separar en este mundo el concepto alma-cuerpo. Pues si el amor es la entrega del alma, el sexo es la entrega del cuerpo y ambos se complementan. Así como una persona completa tiene alma y cuerpo, una relación amorosa completa tiene amor y sexo. (Y según mi opinión una relación sólo llega a ser completa con el Matrimonio, y mientras, como no me pertenece el alma del amado, pues Dios no me la ha dado todavía, tampoco me pertenece su cuerpo).

Una buena moral deriva necesariamente en una buena imagen de la relación hombre-mujer, pues está basada en la mera concepción de lo perfecto y lo imperfecto, lo completo y lo incompleto. Y ésto lo dá la más pura lógica elemental.

1 comentario:

Dom Seraphim dijo...

Placet, placet, placet, optime, optime, optime.